sábado, 17 de octubre de 2009

!Si me los tocás... te mato!


Un cuento de JC Sánchez D.

La Gota e’ Grasa es un boliche superviviente a la posmodernidad y al turismo que puede ser encontrado con cierta dificultad en la Avda. Mitre al nosecuántos del pueblo de Mina Clavero, en la Córdoba de Traslasierra frente al Hotel Rossetti. Alguna vez tiempo atrás Don Abdón Zazú, uno de entre tantos pioneros árabes que fueron llegando al valle instalando sus comercios, adquiriendo los terrenos céntricos y los campos fértiles, abrió un almacén de ramos generales del cual se abastecía gran parte de los pobladores de la zona. Recuerdo haber ido muchas veces al almacén durante mi niñez acompañando a papá y a mamá o a alguno de mis tíos: Justo Pastor, José María o Juan, en sulky o a caballo a hacer la provista que incluía desde harina y caramelos hasta alambre y alguna caronilla para reemplazar la gastada del Morocho, el gran caballo moro que solía montar en mis aventuras serranas.
Cuando se murió Don Abdón los muchachos abandonaron el negocio. El pueblo comenzó a llenarse de supermercados y de ferreterías especializando el comercio y la casa permaneció cerrada durante años, acumulando tierra y olvidando historias. Por eso quiero contar esta, para que no se pierda como se perdieron tantas otras que formaron parte de la tradición de los típicos poblados serranos.
Uno de los hijos de Don Abdón, tomando parte de su herencia a cuenta, amontonó en un estrecho espacio del viejo local del almacén, una parrilla, una heladera carnicera, un mostradorcito de madera, algunas mesas y sillas rejuntadas y una cuchilla carnicera de amedrentadoras proporciones y filo efectivo y se la rebuscó con “La Gota e’ Grasa”, churrasquería al paso.
El sistema de marketing de la empresa gastronómica fue y es simple: tirar el humo del asado para afuera, para la calle, para que entren los tentados; logrado, invitar al cliente a que elija el pedazo de carne que será asado para su consumo y hacer todo ello sin apuro. Sobre todo esto último que no es cuestión, por el simple hecho de transformarse en empresario, de perder la identidad.
Al boliche el nombre le vino de rebote y simplemente porque el dueño olvidó comprar un trapo rejilla y detergente cuando abrió y todo, absolutamente todo: mesas, sillas, piso y mostrador, estaban llenos de las gotas de grasa que chorrearon de las tiras de asado del primer día y que, por supuesto, al iniciarse la actividad al día siguiente sobrevivían firmes en su sitio natal. Un poeta y bohemio telúrico se sentó sobre algunas de ellas manchando el vaquero y medio enojado, medio socarrón, protestó: “¡Che...! ¡...Esto no es un comedor... es una gota e’ grasa...! Y de allí quedó el nombre. Alguna vez quisieron cambiarlo pero no hubo forma. Cuando algo se entraña en el pueblo, no sale ni con purga.
Una noche de veranito anticipado y de moscas haraganas allá por Octubre lo invité al Bachi Arias, el pintor, poeta, periodista, ensayista, crítico y activista —pero sin apuro tampoco— de cualquier cosa que mereciese ser cambiada por razones políticas o filosóficas o simplemente por aburrimiento, a tomar unos vinos y a comer una tira de asado a La Gota e’ Grasa. El Bachi es un fenómeno de la inventiva racional y del equilibrado y sano dislate místico. Estar con él es uno de los pocos placeres de los cuales no puedo ni quiero privarme cuando estoy en el valle. Acepta la vida tal como la vive, con filosofía desde una perspectiva cristiana sin por ello abandonar su genialidad profética, condición que le es tan propia como las arrugas del rostro o el gusto por el tinto en damajuana. Las primeras, las arrugas, una herencia genética y el segundo una apropiación personal: una ontológica incorporación vitivinícola.
Desde sus múltiples programas radiales —Bachi fue el pionero de la actividad radiofónica por FM en la zona fundando La Radio del Aire Libre a la que inundó de humo de cigarrillos apenas inaugurada—, compartió con la audiencia frases y pensamientos célebres de su inventiva, de los cuales recuerdo vívida-mente dos: “Es imposible matar a quien ha elegido vivir eternamente...” dijo una mañana refiriéndose al concepto de eternidad que tiene muy claro por su formación religiosa y “...Cuando Dios creó la luz, yo ya debía dos facturas...” resignado ante el corte de energía en la planta transmisora que por falta de pago le hizo la Cooperativa Eléctrica en medio de un programa, sacándolo del aire.
Así que siempre que puedo paso a buscarlo para compartir algo, especialmente ideas y algunos recuerdos, si con vino, mejor.
Esa noche de veranito anticipado de Octubre y de moscas noctámbulas y bobas el Bachi me contó esta historia.
José María y Teresa se habían casado hacía más de doce años. Lentamente construyeron su propia historia familiar. Pusieron un negocito en su casa y progresaron sin apuro. Vinieron los chicos: cuatro. Primero dos, que ya eran grandes al momento de la historia que les cuento y los pequeños, algo tardíos. Después de una buena temporada turística, de esas que parece que no volverán, compraron un autito chalchalero —por lo fiero y cantor de puro ruidoso— con el cual viajaban a la Capital a buscar mercadería y paseaban por las sierras los fines de semana.
Cristianos por educación y convicción, no faltaban a Misa ningún Domingo ni a las Fiestas Patronales de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro ni olvidaban rezar el Rosario diario en familia. La familia toda estaba arregladita con el Señor y el futuro pintaba tranquilo. No para tirar manteca al techo, pero sí para tenerla en la mesa untadas en las tostadas, en los desayunos con mate cocido para los grandes y leche para los chicos.
Fue un mediodía de Enero, un Domingo, cuando ocurrió todo. Concurrieron a Misa de diez y enseguida cargaron un asadito en el autito para comerlo en familia junto al río.
A la salida del pueblo hacia el sur como quien rumbea para Nono o el Dique La Viña se había construido una costanera insensata. Era una de esas obras para las elecciones, mal señalizada y con una bajada de ripio inseguro que terminaba en una curva cerrada que enlazaba con el camino costero al río.
A metros del curvón en bajada y hacia el norte hay un sauce grande, uno de los pocos árboles viejos respetados por las inundaciones. Allí estacionaron el auto, descargaron las vituallas, pusieron a la sombra la heladera portátil a hielo con las bebidas y José María y los mayores fueron a buscar leña para el fuego. Teresa y los chiquitos bajaron la barranca hacia el extenso arenal que bordea el Río de los Sauces, de aguas transparentes y cálidas que hace las delicias de los turistas. El paraje estaba casi solitario, con algunos veraneantes por aquí y por allá que no les quitarían privacidad. Al menos, no habría mucha bulla. El sol picaba como nunca ese verano fuerte y después de un corto paseo por las aguas Teresa y los chiquitos volvieron, buscando el amparo del sauce.
José María y los dos muchachos encendieron el fuego y cortaron finitas rodajas de salame colonia para la picada. Los chiquitos, algo al costado, buscando sombra entre los raigones del sauce, jugaban con unos palitos a tirarse tiros imaginando revólveres de policías y armas láser de la Guerra de las Galaxias. Teresa, viciosa del mate, bajó hasta el río en procura de agua para llena la pava. Desde allí, horrorizada y mientras un grito estrangulado le atenaceaba la garganta, pudo ver todo.
La vieja y destartalada camioneta venía por la bajada que daba al río, velozmente y patinando sobre el ripio. En un instante que a ella le pareció una eternidad, su conductor perdió el control y se desplazó haciendo un medio trompo, hacia el auto estacionado. Con un estruendo aterrador impactó contra un costado del pequeño vehículo casi levantándolo por el aire. En ese instante, la escena desapareció de la mirada de Teresa y un estallido de colores deslumbrantes ocupó su campo visual, mientras sentía que el mundo se terminaba.
— ¿Dónde están ellos?— Pensó en José María y los chicos, mientras luchaba por recuperarse, lográndolo a medias.
Tropezando y temblorosa subió el bordo y se acercó al lugar donde habían preparando el picnic. Fue recién en ese momento y al ver lo que jamás hubiese querido ver en su vida, que el grito logró salir de su garganta y el llanto explotó junto a un dolor grande, muy grande, tan grande que creyó no poder soportarlo.
Su esposo y los dos mayores estaban ensangrentados y quietos, semi aplastados por los dos vehículos y los chiquitos, tirados junto al sauce, también sangrando, respiraban muy suavemente y sin abrir los ojos.
Lo que siguió fue casi un sueño. Rechupadazos, con borrachera de la noche anterior, espantados y a los gritos, el conductor y los pasajeros de la camioneta trataron de sacar los cuerpos de entre los restos y algunos turistas se arrimaron presurosos, listos para ayudar. La policía y la ambulancia de la CLEMIC, la cooperativa de electricidad, llegaron enseguida avisados por un paseante que tenía teléfono celular. Su familia fue trasladada de inmediato al hospital y Teresa, después de los calmantes de rutina, supo que había quedado viuda, que los dos mayores habían muerto y que los chiquitos tenían alguna muy leve esperanza de recuperación.
Soportó el velorio y el entierro como corresponde a una mujer de valor aunque sin escatimar lágrimas y rezos y, cumplidas las formalidades, se instaló a cuidar los chiquitos o, al menos, a hacerles compañía desde los sillones del pasillo de acceso a la terapia intensiva.
El parte del médico fue dudoso tirando a desesperante. Estaban en coma y delicados, tenían fuertes golpes internos y no evidenciaban signos de recuperación. El tiempo jugaba a favor, dijo, pero había que esperar. Que estaban haciendo todo lo posible pero que en definitiva, quedaban en manos de Dios. La frase la golpeó duro. “En manos de Dios...”
Teresa, como en un sueño, salió caminando del hospital con rumbo a la Parroquia. Caminó las ocho o nueve cuadras cordobesas que la separaban del templo y entró en silencio, sin saludar al Cura Manuel Pereira que la miró desde el portal entre asombrado y preocupado.
Por el centro de la moderna nave caminó hacia el altar lateral en el que se encuentra el Sagrario que contiene las formas consagradas. Se puso en presencia del Dios vivo al cual amaba desde lo más profundo de su corazón y más que a cualquier cosa de este mundo y sin una lágrima, sin enojo ni violencia, con una voz calma pero con una seguridad escalofriante, oró.
— Lo de José María, pase... Es de ley que los mayores nos muramos primero. Lo de los pibes grandes, también. Ya está hecho... Pero... a estos dos... ¡Si me los tocás, te mato! —dijo— ¡...Te mato...! —y dándose vuelta, regresó al Hospital.
En La Gota de Grasa, sentado frente a mí, el Bachi hizo silencio, indicando así que el relato había terminado pero que aún faltaba algo, su reflexión personal. Tomó un largo trago de tinto con soda hasta terminar el vaso, lo depositó sobre la mesa suavemente y me miró.
— Los chicos se salvaron— dijo, masticando las palabras y yo escribo exactamente las que él uso, porque quedaron grabadas imborrablemente en mi memoria—. Empezaron a recuperarse enseguida; de un día para el otro. Dicen que fue un milagro...— y agregó— ...yo, personalmente, te digo, creo que Él... Él se cagó.
Levanté mi copa, terminé mi vino de un trago, serví nuevos vasos. Brindé en silencio por un Dios de inexplicables comportamientos que no quería morir en ningún corazón. Estuvimos en silencio mirando la nada hasta levantarnos para ir a dormir.

De "Bajo la Piel" - Cuentos

domingo, 20 de septiembre de 2009

José Frydryk, Sacerdote de Jesucristo

Misionero de La Salette y responsable de la Renovación Carismática Católica de la Arquidiócesis de Santa Fe, partió a la Casa del Padre el Día de Todos los Santos. Todo un signo. Y hay más… Mucho más.
Los protagonistas de este cuento que les cuento son muchos, José, Vicente, Karol y los otros.


Por Juan Carlos Sánchez Dodorico
(Nota en reedición en la Fiesta de Ntra Sra. de La Salette)

No escribiré la historia larga y fecunda en Santa Fe de José Frydryk, que otros se ocupen de esos menesteres necesarios. Este chaqueño nacido en el monte de Pampa del Infierno y nunca del todo resignado a ser un inmigrante, merece de mi parte y respetando la profunda amistad que nos une, simplemente un testimonio existencial.

Digo amistad que nos une en presente pues creo en la comunión de los santos -lo somos por el bautismo los vivos y lo son quienes merecieron compartir el pan y el vino nuevo en la mesa que sirve Jesús- y en que pese al abismo que separa a la Iglesia militante de la triunfante y de los condenados, si los hay, existen sutiles formas de comunicación que no ofenden la sana doctrina. Ya les contaré y verán.
En presente, repito, tal como dediqué mi libro “El Abbá, la Morada y el Acacio” a mi maestro, compadre y amigo, Fray Vicente Grases Millet, OP que “me espera en la Morada del Abbá” (cito el libro) y a quien le escribí desde la portada esto: “…Y con un abrazo grandote y lleno de nostalgia, en el recuerdo y en la alegre y vivacamaradería de la Iglesia, a mi compadre y amigo el Padre Vicente, a cuyos pies estuve como discípulo y que no tuvo tiempo de escribir el prólogo al cual se había comprometido, porque partió de apuro rumbo a la Casa del Padre. ¡Después charlaremos de esto, Vicente… Después charlaremos!”
Vicente y José y por lo que sospecho ahora también Karol, estaban unidos por la hermandad del sacerdocio, por la amistad y por mí en ese libro. Pues también la introducción donde cito a Vicente, lo hago con José. Transcribo:
“Al P. José Frydryk, Misionero de La Salette, mi amigo, pastor y herrero, dueño de una personalidad áspera, fuerte y dura que esconde un tesoro de Caridad que se empeña infructuosamente en ocultar.”

Y por allá arriba escribí “y por lo que sospecho ahora también Karol”. Sigan leyendo la nota y entenderán. Les anticipo solamente que a mi me pareció muy natural y coherente el episodio que les relataré acá mismo.

Mezclo personajes. Acaso esté repitiendo eso que dijo de mí César Actis Brú, DP con su espléndida pluma en el prólogo de libro: “Finalmente no puedo –tal vez tampoco quiero- eludir una mirada a la transparencia del alma del autor quien, rayano en la auto – referencia obsesiva, se nos muestra sin pudor con desnudez franciscana retomando el camino de regreso, mostrando como Ulises (u Odiseo) su fuerza y su cansancio, su vigor y su alegría, pero solamente reconocible por sus heridas devenidas ahora en cicatrices.”
Amontono a todos los que amo y que me aman, vicio de autocomplacencia y confirmación en la fe que, también sin pudor, expongo desde mi espiritualidad caminante y en permanente conversión con placer. Esto, que parece un folleto propagandístico de un libro que no fue presentado nunca en Santa Fe, mi ciudad natal y sí en Mina Clavero por otro gran muerto, el Padre Manuel Ignacio Pereyra, y que también jamás será puesto a disposición de mis comprovincianos al menos en su versión original pues se agotaron las ediciones, viene a cuento porque sin José Frydryk entre tantos, no habría existido.


Somos amigos sin concesiones José y yo.
Él me pide algo ahora que no revelaré. Yo le pido que me contenga en la alegría de la Eucaristía que tantas veces celebramos en comunidad y en la cual nunca comí. Hoy Domingo por la noche que escribo estas líneas que terminaré no se cuándo, es el primero en que comulgué, previa confesión porque algo había, en el gigantesco templo edificado por el Padre Paprosky en Santa Fe, otro sacerdote polaco como José y Karol. Para mí un signo. Presidió la celebración Fernando, párroco en La Banda, Santiago del Estero a quien conocí y compartí pan y vino en la casa parroquial de La Salette y en la mía, en familia, como debe ser entre cristianos. Volveré sobre este Domingo y esta Misa.
Retomo el relato: somos amigos sin concesiones José y yo.

Siempre fue obsesivo en el respeto por la libertad en la esclavitud del amor.
Cuando resolvimos dejar de compartir andanzas (de las buenas) y mesas de familia nos comprometimos al secreto pero nunca dejamos de estar unidos y en contacto. Ni siquiera ahora lo abandonamos. Mi hija Cristina, la mayor, me contó algo que después les cuento y que tiene que ver con esto.
José, como todo polaco y chaqueño montaraz, áspero y rudo, jamás calló. No le importaba lo que pensaran los demás de la verdad que él exponía. Yo, por más que lo intente, nunca lograré ser como él, soy más político, diplomático como se dice. En eso radicó la necesidad de no seguir compincheando por un tiempo, ahora retomamos el vicio ya libres de ataduras mundanas.
José exige algo, estoy dispuesto a complacerlo. A cambio, viejo amigo, ocúpate para que la morada que me toque habitar cuando nos reencontremos tenga una buena conexión de banda ancha de Internet que aún me quedan muchas cosas por hacer.


Este Domingo XXXI del tiempo ordinario fui luego de seis años de nuevo a Misa a La Salette. Como dije antes, presidió Fernando. ¡Cómo creció espiritualmente ese muchacho! Lo conocí de cachorro y ya es un cura maduro que dará que hablar.
El primer lagrimón lo sequé con un dedo, disimulando. Fue al comienzo no más, viendo la sede vacía del amigo. Los siguientes vinieron en seguida, cuando pedimos perdón cantando y me acordé de José que me dijo que era ese el momento en el cual debía dejar de lado las culpas por el pecado porque el Señor me recibía en su casa perdonándome. Con el dorso de la mano bastó para el disimulo. Pero cuando canté el Santo batiendo palmas con alegría como lo hice tantas veces en La Salette, sede de la Renovación Carismática Católica de la ciudad sede de la Arquidiócesis, ni con las mangas de la camisa alcanzó y me despreocupé del tema. Total, ¡tantos lloraban…!
No lloraba al amigo muerto, lloraba por el reencuentro. Era consolación, era oración.
Porque José me enseñó a orar, con alegría, con entusiasmo, con todo el cuerpo, a cada momento, dialogando con un amigo, Jesús, que no exige protocolos para charlar con otro amigo.
Pasamos largas horas en silencio ante el Sagrario, otras caminando en el patio entre las plantas. De Mamerto Menapace aprendí -y adquirí la costumbre- de saludar a nuestra Mamá María apenas levantado y camino a la cocina para preparar el mate. Frente a la imagen de la Inmaculada que nos regaló el Padre Vicente simplemente saludo con una frase cortita: “Que hoy no me meta en lo que no me llames ni me niegue cuando me necesites, amén.” Al santazo de Alberto Hurtado, SJ le robé otra. Cuando llego a la redacción del diario y antes de sentarme ante la computadora, frente a un crucifijo grande tallado en madera misionera digo: “Contento Señor, contento…” y arranco en la vida.
De José lo que aprendí fue a charlotear con mi Abbá en todo momento, lo repito, con alegría, contento, sin molestar con pedinguñerías comunes sino dándole gracias, alabándolo y felicitándolo por lo bueno de sus creaciones: la planta, el viento, el sol, la familia, la vida. Me da paz. (Probalo, vale la pena, te ayuda a entender la vida, a quererla, a cuidarla. Le da sentido, no acaba con la flor que envejece y cae sino que permanece incansable en el pimpollo.)


Desordenadamente retomo la comunión de los santos. Mi abuela Filomena Novello, nacida en Santa María la Longa, casada con mi abuelo Antonio Dodorico y migrada a la Argentina ambos jóvenes y con los primeros hijos a cuestas en el barco, según contaba mamá y mis tías, despertó una noche y avisó a mi abuelo que había muerto una hermana suya. Dos meses después llegó la carta anunciando el fallecimiento ocurrido a la misma hora en que mi abuela se enteró. Decía que la hermana la visitó. Yo creí.
Hace veinte años sentí la urgencia de viajar con mis padres a Córdoba para visitar a la hermana de papá María Ignacia, religiosa Esclava del Corazón de Jesús. Armé viaje para el día siguiente y salimos los tres para allá. Para satisfacción espiritual de mi padre dolor aparte, llegamos a tiempo para acompañar a mi tía en su partida a la Casa del Padre. ¿Casualidad?
Cuando murió mi padre, luego de acomodar el velorio, consolar a mamá y avisar a algunos amigos fui a casa a llorar tranqui. Lo estaba haciendo a ciencia y conciencia y de pronto sentí la voz de mi padre que me decía “¿Por qué lloras? ¿No ves que estoy bien?” Levanté la vista y él estaba en el parque trasero de la casa, sonriéndome, más joven o al menos sin las canas de bigote y cabello. Le pregunté a José y a Vicente si era posible eso o mi imaginación había funcionado, ambos me respondieron que nada es imposible para Dios. Lo que más me llamó la atención fue la gran consolación que sentí, como si mi padre y alguien más me abrazaran dándome mucho amor.
Días después viajé a Mina Clavero. Bajé de la camioneta y saludé como si nada a tía Elma, viuda de un hermano de papá. Lo hice ex profeso despreocupadamente pues quería darle la noticia de la muerte del cuñado más querido con prudencia por sus años. La vieja me miró y dijo simplemente “El Ignacio no está más…” y me invitó a rezar un Rosario por él. Ya lo sabía… ¿Me explico?
Más de una década después murió mamá, casi sorpresivamente. De rama pasé a ser tronco sin estar preparado para serlo, tronco de la familia, el último. Cremamos a mamá y la llevé a casa en una especie de urna - sopera de plata. Cada vez que paso frente a sus cenizas alabo al Señor. Josefina López, Carmelita Misionera que ayudó a morir a Vicente, alguna vez con alegría me dijo que ese era un regalo que me hacía mamá, que alabara a Tata Dios en su memoria. Será…

Confieso que a tres años y medio aún no terminé de elaborar el duelo y que hay momentos de profunda angustia.
En tres oportunidades de dolor más profundo, una de ellas en Navidad y otra en mi cumpleaños, me sorprendió el olor a quemado que había en la casa. No lo reconocí como papel quemado o cubiertas de algún piquete cercano. Era madera y me preocupé por los pisos de pinotea antigua, las bibliotecas y los muebles. Recorrí toda la casa y ningún indicio había de incendio pero el olor me perseguía hasta que lo reconocí: Olor a fuego de hogar pero el hogar estaba apagado, nunca se encendió. Era más fuerte en la habitación donde están depositadas las cenizas de mamá, y entendí. Y nuevamente la consolación.
Como si eso no bastara, luego de dos años largos de no abrir el ropero donde se conservan las ropas y algunas pocas pertenencias de ella y en otra situación depresiva, hice de tripas corazón y abrí el mueble. Me invadió el olor del perfume de mamá. Pregunté si alguien más lo percibía con respuesta negativa. Curiosamente era el del llamado Mary Stuart que mamá usó durante años hasta cambiarlo por otro más suave y fresco seis o siete años antes de morir.
Revolví todo buscando el frasco olvidado y no lo encontré. Cuando al día siguiente volví a abrir el famoso ropero el perfume no se percibía. Entendí y pude sonreír al fin ante los recuerdos de mi madre.


Vuelvo a José, que esta larga recopilación de recuerdos me lleva a él.
Cuando murió tía Elma a quien cuidé dentro de mis posibilidades viajando dos veces al mes a Mina Clavero durante su enfermedad, yo recién había regresado de una de esas visitas. Me llamaron por teléfono para que concurriera al velorio, que lo demorarían hasta que llegara. Les respondí que hicieran todo como debía ser porque no viajaría. Me perdí un velorio de aquellos, con asado, bebidas fuertes, mate y vecinos. La Cooperativa Eléctrica de Mina cuida a sus asociados.
Ese mismo día charlando con José lamenté no haber concurrido y él me respondió con una de sus frases habituales: “Hiciste lo que podías en vida, los muertos son de Dios” y descorchó una botella de tinto de la que nunca tomaba un trago pero que compraba para mi homenaje.
Siempre pensé lo mismo y no soy de veloriar. No voy o al menos lo evito todo lo posible.
Cuando José enfermó para morir visité el sanatorio sin poder verlo, visitas prohibidas primero y mucha gente después. El “Gallego” Manuel López, compañero de estudios del La Salle pasó a avisarme de su muerte una hora después del deceso, levanté la nota en este diario y decidí dos cosas: Que no iría al velorio y que pese a la morriña que me invadiría irremediablemente, debía mantener la alegría que a José habría de agradar.
Pero no cumplí lo primero. Impulsado por una fuerza interior poderosa fui a la parroquia y me quedé largo rato frente al cadáver que esbozaba una leve sonrisa. Aún no discerní del todo el hecho ni tampoco el haber concurrido a Misa este Domingo a La Salette pero se que José quiso que volviera a sentir toda la alegría que emana de la celebración eucarística de esa comunidad invadida por el fuego del Espíritu. Era su modo de consolarme y de decirme algo. Una enseñanza nueva desde la comunión de los santos.
Pero…
No desensille que se nos quedó la overa… o si quiere no cambie la cebadura que llegan visitas…

Nuestra hija mayor, Cristina María Victoria, quiso más que los otros hijos a José y él la prefería, me aconsejaba sobre ella y hasta la vigilanteaba en sus andanzas pre adolescentes en la Plaza Pueyrredón con sus amigas.
No me sorprendí y hasta sonreí cuando Cristina, mi esposa, me contó lo que a ella le contó a su vez nuestra hija: “Me contó ‘la Gata’-así la llamamos desde nena por sus hermosos ojos- que la madrugada del día en que murió José tuvo un sueño. Soñó con él, que le hacían una despedida porque iba a visitar al Papa… ¿Sabés que Papa era? –Cristina, la grande, estaba por contarme algo que intuí, que ya sabía- ¡Juan Pablo II…!
Jajajajaja. Perdonen la carcajada. Karol apareció al fin de la nota. ¿Entendieron ahora?

Dos curas polacos están de chamuyo en la mesa que sirve Jesús. Seguro que se les arrimará tarde o temprano un catalán, Vicente, de buen paladar para el tinto.
Por primera vez en su vida José beberá vino fuera de la Misa, es que ahora, esa Caridad que lo quemaba por dentro, se le hizo visible. Al fin. (Te envidio, José, ya charlaremos…)


Todo esto se los cuento para que crean, son libres de hacerlo o no, es mi segundo testimonio para la comunidad de La Salette. Yo, por mi parte, no pienso desperdiciar mi vida a causa del racionalismo ni de la incredulidad.

Hay demasiado amor y belleza y consuelo en todo lo creado como para ignorarlo y perdérselo.

http://www.diario7.com.ar/
05 Nov 07
Republico esta nota adhiriendo memorioso de esta manera a la Fiesta de Ntra. Sra. de La Salette.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Ernesto Day - Ni burro tuerto ni mula esbelta

No te lo pierdas... Enciende los parlantes y disfruta.
Video de una reunión de amigos en El Pacara (San Luis, Salta Capital) y un chamamé imperdible.
Ver y escuchar...

Link directo a YouTube

Publicado en http://juancastarcreaciones.blogspot.com/

jueves, 3 de septiembre de 2009

Carta a un preso (de colega a colega) – A Eduardo Ramos


¿Cómo crees que se ven los muertos? Aburridos. No te veo aburrido.
(Te debía esta carta, amigo Eduardo “el Curro” Ramos desde el día del amigo pero la Gripe “A” o como se llame o la del chancho rengo postergó el festejo así que aquí va.)

Por Juan Carlos Sánchez Dodorico

Veo que no te aburres. No estás muerto. No lo está quien pelea.
Si callaras lo estarías, ¿recuerdas que lo dijo un alto magistrado judicial? Cuando Ramos calle, morirá...
¿Cómo haces para no aburrirte allí adentro, en Las Flores? Al menos en Bomberos, donde pasaste tus primeros tres años y chirolas de preso político eras útil, cocinabas, limpiabas, incluso una noche de incendios y accidentes quedaste a cargo del cuartel ¡Y NO TE FUGASTE... BOLUDO...! Por no hacerlo terminaste en Las Flores junto a asesinos, violadores, choros de cuarta, vos, todo un represor, un genocida. Merecías una cárcel de estilo, no esa pocilga con cocina de rancho whichi y raciones de Capitanich.
Allí te mandaron abogados de ocasión que años antes, en tiempos de inundación, se desgranaban en alabanzas por los favores que les hacías. ¿Carlitos Renna por ejemplo? Un miembro del Honorable Tribunal oral que no tuvo las pelotas ni de renunciar como su colega Martín Gutiérrez ante las presiones del gobierno ni de sostenerme la mirada el día que firmé la caución por tu libertad ordenada por el tribunal superior. Un tipo que vive del presupuesto desde que me acuerdo y que nunca podrá emitir un fallo que te beneficie porque tiene que defender el puchero. ¿Será así? Ya lo sabremos.

¿Verás fútbol gratis este fin de semana? No me digas NO porque en la Argentina de los DDHH todos tienen los mismos derechos, hasta los presos inocentes. Diviértete. No habrá un tren bala en tu futuro pero sí un celular como el que te llevó el 1º de septiembre a la sala del juicio de la vergüenza. Y rejas.

¿Vergüenza? Claro. Allí se juzgará como asesinos y anti patria a los que pusieron el pecho cuando los esbirros que te acusan peleaban contra Perón y la república. ¿Sabías que programaron el asesinato del General? Imagino que sí, estás informado, sos un buen investigador.

Hoy pasó algo jocoso, amenazaron a la familia del fiscal de tu causa, el abogado Candioti. Lo hicieron escribiendo algo sobre la foto de su familia que la esposa tenía sobre su escritorio ¡en el juzgado de Reconquista...! ¡Que los tiró de las patas a estos represores y genocidas...! Tienen gente adentro... ¡Cuidado! ¿Sabés? Me recuerda ese ataúd que tiraron frente a LT10 la radio universitaria con un mensaje inculpador a Pinculi, el ComMy Rebechi pidiendo que lo metieran preso y el pobre ya era finado.
¿Por qué el recuerdo?
Hombre, porque aquella vez y pese a la opinión publicada por la prensa adicta a la pauta publicitaria oficial, todos supusimos que el zurdaje rico inventó el episodio para hacerlos aparecer, a vos y tus compañeros de prisión, como miembros de una fétida organización poderosa aún vigente. ¡Huevones...! Si fuera así los denuncieros no lo serían.
Este otro asunto de las amenazas a Candioti habría que empezar a investigarlo también al revés de como se empezó, quizá se descubra al autor o autora. No lo afirmo, lo supongo nada más porque los años no los tengo en el lomo alpedamente y como buen periodista que soy, supongo... Tengo derecho. ¿Sabés qué?
La forma rápida y coincidente en la cual los encolumnados en el derechohumanoidismo vernáculo salieron a solidarizarse con la familia agraviada me huele a aprovechamiento, a oportunidad. Son gente de la política basura y del “todo vale” cuando de aparecer en cámaras se trata. Nadie dijo (o al menos no lo escuché) que una vez investigado el asunto y expedida la justicia, opinarían. Todos –creo que todos- salieron a culpar indirecta o directamente a tu mafiosa y poderosa organización. “Miente, miente, que siempre algo queda...” ¿Te suena conocido? Ya les colgaron el Sanbenito a los infames represores.
¿Represores?

Alguna vez, creo recordar, vos explicaste el sentido propio de la palabra represor. Hay re-presión cuando alguien ejerce presión, es una respuesta. O sea, alguien empieza y otro actúa en consecuencia.
Leelo a Orlando Gauna en su blog, lo linkeamos en PyD; hace una excelente crónica sintética de la carrera delictiva del abogado Jorge Pedraza tu principal motor acusador. De pendejo no se negó nada si de atentados se trata. ¿Vos lo denunciaste por homicidio? ¿Era a él? ¿Y nuestros jueces de la democracia impoluta no te dieron bola? ¿Y quién te crees que sos vos para pedir justicia?
Él ejerció presión y ahora es funcionario público del gobierno de la Nueva Alianza Santafesina. Su sueldo lo pagamos todos, no importa, tiene derecho a no ser un desocupado; Binner tiene derecho a nombrar a quien quiera, pero... ¿Por qué a vos, ciudadano ilustre por el Rotary por tu actuación solidaria durante la inundación de Santa Fe del ’03, no te designan en un buen puesto público? Al fin de cuentas si vos te cargaste algún terrorista fue en defensa de la comunidad y Pedraza lo que hizo fue contra los santafesinos. Así pagamos.

Leelo a Orlando. ¿Que no tienes Internet en la cárcel? ¿Cómo es eso? ¿Acaso no tienes derechos humanos? Bah, quizá ni les interese que seas humano. ¿Lo sos?

Quizá no pudiste ver lo que fue el cirko exterior del primer día del juicio, el de la calle. Lo relaté en una nota hace dos días. Patético. Pensar que lo pagamos nosotros. Si se lo cobraran a ellos no existiría.
Vieras los planes sociales arreados haciendo bulto totalmente desinteresados del asunto. ¡Mi patria...! ¡Nuestro pueblo! Les hicieron perder el sentido de la dignidad a fuerza de hambre y clientelismo. Eso es hijodeputismo político, una formal renuncia a la dignidad del político. Todos perdieron, los arreados y los arrieros. A los primeros se los puede rescatar, son el pueblo; los segundos serán siempre irredentos, son la nueva oligarquía que no es puta –D’elia dixit- sino simplemente atorrante. Ni para puta les da el cuero. Perdoname el exabrupto pero pienso en mis hijos y nietos y me embronco. Nos están dejando un país en llamas y destruido. Mucho nos costará salir de esta.

Te dejo hasta la próxima. Cuando tengas tiempo escribime. Jaja, ¿tenés tiempo?
Y no mirés fijo a los acusadores ni a los jueces, pueden hacerte otra causa más por re-presión.

Un abrazo:

JC

E-mail del autor zschez@yahoo.com.ar
03 Set 09

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miércoles, 2 de septiembre de 2009

Saludar y enviar pretensión "literaria"

Publico en mi blog personal este relato de un comprovinciano, camarada y amigo, Edie Daniel Duré. Quiero guardarlo además de en mi memoria, en este archivo digital compartiéndolo con quienes se atrevan a reconocer como propio este áspero espacio de nuestra patria. - JC

Mi estimado amigo y comprovinciano
D. Juan Carlos Sánchez:


Revisando mis archivos encontré algo que creía perdido, un cuento "baratito" por no decir otra cosa, que supe escribir mientras me encontraba acampando al pié del cerro Olga en los Antartandes antárticos.

Metido dentro de la carpa, con temporales continuos de 10 a 15 días, con temperatura 20° a 30° bajo cero y vientitos superior a los 320 Kms, recursos propios de esta niña que se llama Antártida.

Ella nos tiraba con todo lo que tenía a su alcance. Me puse a escribir cuentos cortos, sin tener pretensiones académicas o literarias, solo, escribir,, ya que la carpa no daba más que, para estar sentado o acostado, por lo que me convertí en un experto en tomar y cebar mate, de acostado.

Hoy, solamente y haciendo uso de este medio tan generoso que es Internet, te lo hago llegar como una muestra de afecto para vos, Cristina y toda la tropa,

Un fuerte abrazo

Edie Daniel Duré


Revelación


Cansado de dar vueltas en la cama, me levanto, no podía conciliar el sueño. Miré el reloj, las agujas marcaban las dos y treinta de la mañana del 21 de junio de 1969.

Cada vez, que miraba el reloj, no podía dejar de pensar en mi esposa y en mis hijos. Este cronómetro había sido un regalo especial de ella, no solamente para que me entere de la hora, sino, para ser utilizado como una herramienta de trabajo en mi especialidad de topógrafo, por sus manecillas en minutos y segundos, con números grandes, detalle que no traían todos los relojes.

Sentado frente a la ventana de doble vidrio, cubierta por floridas cortinas, observaba el escaso moblaje del dormitorio que se me había asignado a mi llegada, hacía seis meses, a la Base del Ejército "Esperanza" en el Sector Antártico Argentino.

Mi compañero de habitación, dormía plácidamente, él, había llegado casi dos meses antes que yo a la base, oriundo de Caucete en la provincia de San Juan.

Para él, "Caucete" era el "Ombligo del Mundo", Caucete era la Capital de San Juan y esa benemérita ciudad, había dado dos próceres. Por supuesto él y un señor muy conocido que vaticinaba el tiempo y que no recuerdo su nombre.
Tenía un carácter muy especial, tranquilo, jovial, con pretensiones de guitarrero, un fiel amigo, con un sentimiento de hermano, habíamos estado destinados juntos en el Batallón Geográfico Militar en la provincia de Buenos Aires, donde nos recibimos de topógrafo, y seguíamos juntos en aquellas lejanas latitudes australes.

Era un manso con carácter para acollarar un arisco, que siempre fui yo, como lo pude comprobar en pleno Antartandes
A él quiero dedicarle un recuerdo muy especial, con su pelo hirsuto y su barba en punta parecía un criollo salido de las antiguas películas nacional ya que juntos realizamos una patrullas extensas en la Tierra de San Martín en el Continente Antártico, la misma duró ciento un días. A lo que se debe agregar que unimos por Continente las Bases de Ejército "Esperanza" con la Base del Ejército Chileno General D. Bernardo O'Higgins.
En ella iba como Jefe de Patrulla. Espero poder escribir algún día sobre esta misión, que tantas enseñanzas y experiencia me aportó.
Compartimos muchos días de terrible ventiscas, tormentas, y fríos, más allá de lo que hoy, pudiera soportar, amén de las privaciones y zozobras por las traicioneras grietas que eran parte del “pan de cada día” en nuestra ruta, en esos largos e interminables días de vivir en carpas y refugios.

Amigo Silverio Rodríguez. (Pichichú), bravo suboficial infante, mí cariñoso recuerdo y afecto.


Apoyado displicentemente en la pequeña mesa que usábamos como escritorio y con una repentina somnolencia que dominaba mis confusos pensamientos, trataba en vano de hallar él porque a muchos Interrogantes.

Cuales eran entre otros muchos, por que abandoné a mi familia para realizar esta “Patriada”. Tiempo después obtendría algunas respuestas y que hoy son parte de mi orgullo personal.
En esas cavilaciones me encontraba cuando pequeños golpes en el vidrio de la ventana me volvieron a la realidad.

Separo las cortinas. Nada. Sólo el grito aislado de alguna Skúa o el vuelo rasante de algún Albatros que se dejaba mecer en caprichosos vaivenes en la suave brisa que bajaba del Glaciar próximo al Monte Taylor o los tranquilos pingüinos que dejan escuchar algún graznido en sus roquerías.
Esto me dio la oportunidad de quedar absorto observando el maravilloso paisaje enmarcado en perspectiva, por el tosco marco de la ventana.
Al frente el glaciar imponente con su blancura de siempre, reflejaba destello de plata cual bruñido espejo. La luz de la luna, convertía la noche en día.

No hay palabra para describir las noches antárticas, libres de tormentas y nubes y en la cual la luna señorea por el espacio gélido; su luz se refleja por toda la superficie del continente con un tono especial que inunda el espíritu de una tranquilidad que envuelve los sentidos.

El mar quieto con sus verdosas aguas, algunos que otros escombros de hielo, témpanos de suave color cielo se mecían perezosos como barco a la deriva.

Como Tripulante de ellos algunas focas peleteras o de "Wedel" dormían esperando que su reloj biológico les indicara el inicio del día solar.
A la derecha el Monte Flora con su olla (cráter de un antiguo volcán) cubierta de acartonada nieve parecía que quería incrustarse en el cielo con su pico cual aguja.
A su alrededor, diseminadas "morenas" cuidaban en su interior fósiles que eran parte de un lejano tiempo en que la vegetación era lujuriosa y tropical, difícil de creer pero estos fósiles son las pruebas de que realmente la Antártida fue exuberante en plantas y clima.
Los perros, atados a la maroma, quiebran el silencio de la noche con sus aullidos, como saludando a la luna que coqueta se mira en el amplio espejo de la superficie o en las quietas aguas del mar.
Sin haber observado nada en particular volví las cortinas a su lugar y con la esperanza de poder conciliar el sueño me disponía a meterme en la cama nuevamente.
¡Tóc! ¡tóc! ¡tóc!. ¿Quién puede golpear la ventana con tanta insistencia? Todos duermen, pensé, en ese instante.
Venciendo la inquietud que me dominaba observé a través del vidrio, quedé pasmado de temor. No daba crédito a lo que veía.
Mi primer impulso fue cubrir la ventana, despertar al "Pichi", diminutivo de "Pichichú" como le decíamos a mi amigo. El temor a hacer el ridículo, hizo que lo dejara seguir durmiendo, si era una falsa alarma, quién lo aguantaba al día siguiente.
Mi curiosidad era más grande que mi temor.

Del otro lado una figura fantasmagórica se desdibujaba en caprichosas formas. Parecían pequeñas volutas de humo o nieve. Se armaba y se desarmaba y parecía tomar forma humana hasta que se estabilizó.
Su rostro era viejo, muy viejo, profundas arrugas lo surcaban, cubierto de una blanca y larga barba que lo mismo que sus cabellos le llegaban hasta la cintura.
Era su tez de una rara y radiante blancura como rara era la túnica desflecada que le cubría hasta los desnudos pies.
Con las manos flacas, huesudas hacía señas y con sus dedos finos y largos me señalaba el exterior, siempre sonriendo, pero ¿era una mueca o una sonrisa? En ese momento no lo sabía y hoy a pesar del tiempo transcurrido, tampoco.
Me vestí como pude y a los tropezones dejé la casa, salí al exterior por el lado de la cocina y ahí se encontraba parado o suspendido en el aire, estaba tan confundido que no supe cual era su posición, más aún, ni el frío de la noche sentía sobre mí.
Los perros aullaban, ateridos de temor y él, impasible, con su rara sonrisa o su mueca me observó curioso y complacido por tenerme a su merced. Extendió su mano en dirección al cielo, el mar, los montes cercanos y todos los que mis ojos atónitos podían ver y dijo con rara voz:
"Este es mi reino, yo soy el Señor de todas estas comarcas y son mis fieles vasallos, el viento, el granizo, la nieve y el hielo, las ventiscas, el blizzar y el blanqueo”.
“Es mi fiel amiga la muerte".
"De este lugar salen ellos a todos los confines de la tierra, llevando mi helado mensaje."
"Los pobres, los ricos, saben de mí y aquél que me ignore paga caro tributo”.
"Yo soy quién hará inclinar tu soberbia cabeza sobre tu pecho y haré doblar tu espalda en sumisa reverencia."
"Cegaré tus ojos, cuando directamente quieras verme en las grandes nevadas, y cuando el tiempo pase y creas que me tiene dominado, grietas profundas te estarán esperando; blizzar y temporales serán tus custodios para hacerte pagar tu osadía de querer ignorarme".
Mientras él hablaba mil cosas pasaban por mi mente, no atinaba a decir nada, su profunda mirada me tenía inmovilizado y el frío empezó a acariciarme y hacerse sentir hasta en los huesos.
Me miró fijo y sus ojos cual dos gotas de rocío escarchados, fue lo último que vi.
Una fuerte ráfaga de helado viento me hizo doblar como haciendo una torpe reverencia y sentí su cavernosa carcajada de satisfacción mientras decía y al mismo tiempo se esfumaba en blondos copos de nieves o de nubes - "Yo soy...

No necesité escuchar más, ya lo sabía, más que eso, lo presentía. Desde que puse los pies por primera vez en el Continente Blanco lo sentía dentro de mí y lo sentiría mientras durara mi estadía en él.

¡Era el invierno!

Han pasado los años y aún hoy recuerdo mi primera noche en la base del Ejército Argentino “Esperanza", baluarte de nuestra nacionalidad, donde esforzados hombres velan las esperanzas de la patria, de integrar efectivamente ese sector del Continente Blanco a nuestro patrimonio Nacional.
Recuerdo vividamente las patrullas, la vida en carpas, cuando la nieve las cubría totalmente y no nos dábamos cuenta de ello, cuando el calentador se apagaba por falta de oxígeno o se nos hacía difícil respirar, los refugios con sus pies de hielo, las tormentas de viento y nieve, el aullidos de los perros, el canto de las gaviotas o a lo lejos, las dorsales de algunas orcas, ballenas, las focas sobre los bandejones, ni que decir de los pingüinos que prácticamente convivían con nosotros.
Los días que estuvimos perdidos, las grietas profundas, el acampar dentro de los vehículos porque la tormenta no nos permitía armar carpa, la visión de la bahía "Dusse" desde lo alto de la cordillera Antártica. Los famosos "Antartandes".
Su paso en el viaje de ida, cuando estaba totalmente congelada e iniciamos la marcha desde el Refugio Güemes. El descenso de una ladera de 45 grados surcada transversalmente de grietas muy profundas, la angustia de escoplar, para poder cruzarlas, la alegría de encontrar el refugio "Independencia".

El encuentro con una patrulla chilena, a quiénes ayudamos a sacar con nuestros dos vehículos, un vehículo con trineo de arrastre, que se le había fondeado en una grieta, en las proximidades del Cerro Olga.

Las visitas que hicimos a la base Chilena O'Higgins, las atenciones que recibíamos en gesto de reciprocidad.
Hoy todo ellos, son solos hermosos recuerdos que me llenan de orgullo, y, algunas veces, me traicionan.
¿Vi en realidad al anciano de luengas barbas blancas, y blancas vestiduras desflecadas por el paso del tiempo o son cosas que me las imaginé?
Para el caso, hoy, no tiene importancia, a veces creo que realmente lo vi, otras, que lo imaginé
Pero como sea tuve en cuenta sus advertencias y pude volver con los míos.
Por lo que le estoy muy agradecido.

Dedicado a mi estimado camarada y hermano antártico, el siempre recordado con sincero afecto, Sargento de Infantería Topógrafo Silverio (Pichichú) Rodríguez, oriundo de Caucete, la primera Ciudad de la República, pertenece a San Juan.
Caucete, “el Ombligo del Mundo” según él, ¿o San Juan pertenece a Caucete?
Por su intermedio y después de tener que soportarlo con sus pretensiones de guitarrero y cantor, por 365 días de vivir juntos, en nuestro Territorio Antártico Argentino, me vengo a enterar que en un ignoto lugar de San Juan, existe un pueblo, pueblito o gran ciudad, que se llama... CAUCETE.
Según Carlos Illianes, otro Sanjuanino, camarada antártico de la misma dotación, “comentaba que en una oportunidad va un circo a Caucete y se suspendió la función porque se habían sustraído el león, primera figura circense y decía que al mismo se lo habían comido después de un reñido partido de futbol”.
Hermosas flores que se tiraban estos buenos amigos y camaradas en esa larga patrulla, en la que también Carlos Illianes participaba junto a Matheu.
Broma aparte, haber participado de una invernada en la base Esperanza en el año 1969, y lograr tener un compañero habitación, de patrullas, leal, valiente, excelente amigo por sobre todas las cosas y un muy buen profesional topógrafo, es algo que siempre me ha llenado de una sana satisfacción.
Lo recuerdo con su sana sonrisa, su mirada franca, los pelos rebeldes y “chuzos”, la barba negra y puntiaguda, que siempre se me hacía que era una gaucho “matrero”, su porte noble y bien parado, robusto , pero por sobre todas las cosas un enorme corazón.
Todo ello, me ha permitido sentirme honrado, de contar con su amistad.
Algún día nos volveremos a encontrar y le entregaré este cuento... no tan cuento.
Atentamente

Córdoba, 12 de Junio de 1974.

Edie Daniel Duré
Subof Pr (R)
Ejército Argentino
Antártico

Especialista en Servicio Geográfico
Expedicionario al Desierto Blanco

lunes, 24 de agosto de 2009

Nueva edición del libro del Prof. Rípodas Márquez

El Prof. Ing. Qco. Sergio Doroteo Rípodas Márquez acompañado de su familia visitó Santa Fe e hizo entrega a nuestro editor Juan Carlos Sánchez Dodorico de un ejemplar de la nueva edición de su libro “Proyecto 20-20” que lleva el prólogo de este último.
La obra, de intensidad inusual, transita en sus casi 500 páginas por la política, la ciencia y tecnología y la historia del hombre desde esta última perspectiva y es soporte del apotegma que defiende exitosamente el autor de que “La ciencia precede al acto político” abriendo una ventana al asombro.
Aborda cuestiones que pese a que convivimos con ellas solemos ignorar y que el responsable de comunidades ha de tener en cuenta para una gestión adecuada a la posmodernidad y con perspectivas positivas.

“Proyecto 20-20”
Por el Prof. Ing. Qco. Sergio Doroteo Rípodas Márquez

Palabras desde el umbral

Abordar el libro que tan generosamente me ha pedido que introduzca el periodista, escritor y profesor universitario Ing. Qco. Sergio Doroteo Rípodas Márquez es introducirse a un mundo fantástico de reflexión y sorpresas.
Porque aún reconociendo que la ciencia no es un absoluto, Rípodas Márquez logra persuadirnos de realidades con las que convivimos pero que, a precio de acostumbrarnos, no las meritamos lo suficiente. Bastaría una observación medianamente curiosa del mundo que nos rodea para advertir los principios enunciados por el autor, pero… ¿quién al momento de abrir la canilla del agua se conmociona por el largo proceso que la misma ha transitado desde su fuente natural hasta esa canilla?
La simplicidad del hecho y su habitualidad nos desconecta con el otro anterior y mucho más importante, que es el científico y tecnológico que descubrió los peligros del agua no tratada para la salud humana y la forma de potabilizarla y distribuirla eficazmente.
Luego vino la decisión política de crear estos sistemas. ¿Qué novedad nos asombrará mañana?

Lo que nos dice Rípodas Márquez en un texto autoreferencial, es que día a día, minuto a minuto estamos cambiando y que lo que nos cambia es ese misterio de la co-creación con el Padre Alfarero que es el producto del trabajo humano, de la inteligencia aplicada, de la ciencia y la tecnología como emergente constante de la inteligencia.

No acaba aquí lo que se descubre en este libro que promete ser un clásico en su género. Preanuncia el asombro para el instante inmediato. He aquí otra sorpresa. Veamos.
El libro fue trabajado allá por los primeros años de la década de los ’90 y es por ello profético: Lo que el autor propone es exactamente lo que pasó y lo que no pasó es porque se abandonó inconscientemente el modelo analizado en este libro. Un modelo que a más de político es de supervivencia elemental de las personas y de la comunidad nacional.
Esto es porque nadie que ignore o se aparte de la ciencia y sus descubrimientos y aplicaciones podrá ni autosatisfacerse a conciencia ni gobernar un país con eficacia.
Mañana ya no es lo mismo, todo puede haber cambiado. La crisis energética puede ser un mal recuerdo, la sub alimentación y la desnutrición un pecado olvidado, enfermedades mortales pueden pasar al archivo histórico o la comunicación una simplicidad gratuita. Todo esto solamente por algún descubrimiento científico y la voluntad moral de aplicarlo.

Esto último creo necesario recalcar ya que se me ha pedido que, como periodista no científico que no distingue un neutrón de un tornillo, especializado en temas políticos, sociales y teológicos o del pensamiento humano, aporte estas humildes Palabras desde el Umbral para una obra que avanza hacia el futuro extremo del hombre avizorando horizontes aún desconocidos pero previsibles y posibles.
Rípodas Márquez, reitero, no considera a la ciencia y a la tecnología como absolutos pero le da su justo lugar. Posición que en el país que analiza, la Argentina, ha sido dejada de lado por el desinterés en la investigación, la inversión, la incorporación de nuevas tecnologías y por un prurito ideológico nefando que considera enemigos al capital internacional y a las empresas que aplican tecnologías de punta. Y aquí interviene lo moral para regularlo todo.
No se puede caer en la simpleza de creer -el autor no lo hace- que todos son buenitos en el mundo. Tampoco en que cuando colisionan los descubrimientos científicos con el dinero ganará el primero. Lo que sucederá es que a la larga o a la corta se logrará un equilibrio entre ambos y que indefectiblemente la novedad descubierta o inventada ganará la batalla. Algún día no lejano -y esto vale a modo de ejemplo- los motores de combustión interna a base de petróleo serán objetos de museo. Para adelantar este proceso y tantos otros es necesaria la conducta moral y emergente de ella, la solidaridad.
Cuando el bien común sea plenamente asumido por los que mandan, la política será una canción como dice Jaime Dávalos y los beneficios de la co-creación con el Padre Alfarero llegarán a todos.

Rípodas Márquez pronostica que este compartir será consecuencia -al menos en parte- de la presión social. Nada más cierto al observar la conmoción creciente del mundo ante la desigualdad, y reclama ese cambio moral necesario para que se abandone el gasto superfluo en pro de beneficios políticos para abocarse a solucionar los verdaderos problemas del hombre.
Nos advierte de un nuevo escenario laboral inevitable, de una nueva civilización y también de un tiempo de transición hasta llegar a una sociedad más equilibrada.
Así el libro puede leerse como una larga meditación que viniendo desde el pasado, se adentra hacia los confines de la historia del hombre, navegando en esa nave espacial llamada Tierra.

Destacable en este libro es la importancia que el autor da a la educación, a la investigación y al auto respeto que debe tenerse el político y el funcionario. El hombre para Rípodas Márquez es mucho más que un ejecutor de la coyuntura, alguien a quien lo sorprende el hecho y entones actúa a modo de respuesta. Coincide plenamente con Perón ya que este sostenía en sus clases de formación política que el acontecimiento no debe sorprender al conductor sino que este debe producirlo.
Esta es otra perspectiva desde la cual puede leerse este libro y reflexionarse la frase reiterada hasta el cansancio de que “la ciencia precede al acto político”, muletilla del autor.
Solamente aplicando conocimientos universales pueden evitarse catástrofes que cuestan vidas humanas y desastres económicos. Conocimientos que están a disposición de todos, que no es menester ser experto para buscarlos, porque la sabiduría no se mide por la cantidad de conocimientos que se tienen sino por la humildad de peguntar para saber. Nuevamente el hecho moral planea en un libro que parece ser de corte científico y tecnológico.
Hecho moral que cuestiona al Estado corrupto y fortalece la idea de que mucho de lo muy bueno que está disponible en el mundo no es aprovechado, al menos por los argentinos y otros pueblos desgraciadamente sometidos al gobierno de incapaces o deshonestos, simplemente por una cuestión de intereses o de haraganería cívica.
El hombre y la sociedad que integra no son artefactos, son personas y es necesario que estas admitan y asuman su dignidad para dignificar aquello que les es confiado, el gobierno del Estado por ejemplo.

En el final de su obra Rípodas Márquez referencia el gobierno del Dr. Carlos Menem. No puedo ni quiero dejar de hacerlo desde estas palabras desde el umbral.
Si hoy, pese al derrumbe de los últimos años, aún gozamos de ciertos privilegios existenciales sobre dos tercios del mundo civilizado es gracias a esa década infamada. No abundaré en el tema, el lector tendrá por probado este aserto al leer este libro y al observar la realidad que nos inconcluye como personas.

Mucho más hay para decir pero es preferible que el lector se sumerja en el libro, una obra prodigiosa y encomiable, síntesis de una vida esforzada y de clara visión.

Los dejo con Rípodas Márquez.

Santa Fe, 2008

Juan Carlos Sánchez Dodorico
Es periodista y escritor.
Editor propietario de los sitios Web http://www.politicaydesarrollo.com.ar/ y http://www.diario7.com.ar/
Ocupó diversos cargos en administraciones provinciales y nacionales siendo el último de estos la titularidad del COMFER (Comité Federal de Radiodifusión – Presidencia de la Nación).
Es egresado del Instituto Arquidiocesano de Ciencias Sagradas dependiente de la Arq. de Santa Fe de la Vera Cruz.
Disertante y conferencista en congresos internacionales y encuentros en general, es publicado por diversos medios del mundo.

domingo, 16 de agosto de 2009

Hola Juanca


Solo quería saludarte, darte mi pésame por la abuela que falleció hace una semana y querías tanto y comentarte que como tenía una rato libre me metí en tu blog y leí los cuentos cortos.

Escribe Nora Barletti


Con la llegada de Manolo al cielo y el brillante final del lagrimón que se le escapa y le cae al nene... que resultaría ser su padre... qué te puedo decir???, a mí también se me escaparon las lágrimas, pero además me impactó tu manera de expresar la inexistencia del tiempo conocida por el hombre como tal.

El cuento es realmente bueno, tiene la fuerza de la pureza, la ingenuidad el arrepentimiento y el perdón. Es como si pretendiera a través de sus líneas hacernos olvidar de ésta cruel realidad cotidiana y recordarnos que aún hay esperanza, que Dios es eterno y poderoso, que el ciclo de la vida es inacabable y que nosotros pasamos por el tiempo ''como la libélula vaga de una vaga ilusión'' parafraseando a Rubén Darío.

Así que naciste con forceps? ...Yo también, pero del derecho, a mí me apretaron la cabeza... será por eso que quedé medio turulata y no entiendo mucho a éste mundo cruel que se empeña en hacer daño a lo más débiles.

Seguí escribiendo Juan Carlos, desde la sacristía, desde el patio de tu casa, desde la editorial, no importa, siempre que lo hagas desde el corazón.

Te mando un fuerte abrazo.

Nora

miércoles, 12 de agosto de 2009

Carta de un amigo preso por el día del amigo - I

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Recibí esta carta desde la cárcel.
La firma un amigo, Eduardo Ramos, colega escritor y preso político de la Argentina.
Irá a juicio oral desde el 1º de Setiembre de este año y pese a que la Cámara Penal ordenó su libertad por segunda vez, seguirá en prision.
No la publiqué antes por temor a provocarle más daño pues esta "justicia" tuerta y desaforada puede tomar venganza si un preso ejercita su libertad pese a ser inocente al no pesar sobre él condena alguna en firme. ¿De la Constitución alguien se acuerda?
Y aclaro que aunque lo condenen, para mi y muchísimos más seguirá siendo inocente.
No es rebeldía ni facismo ni neuro procesismo, es simplemente realismo.
¿Quién cree en la justicia de la Argentina? Vean las encuestas.
JC

NOTA: Piquen sobre la imagen para agrandar y leer cómodamente.Va en dos notas para que pueda verse en tamaño leíble.

Carta de un amigo preso por el día del amigo - Cont.

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domingo, 9 de agosto de 2009

Cuando mueren las abuelas


8 de Agosto de 2009, 18:30 más o menos.
Parte hacia la Casa del Padre Hilda Nicolasa, la “Abuela Hilda”, mamá de Cristina, abuela de nuestros cinco hijos y una de las mejores mujeres que conocí.

No gasten en necrológicas, no hay duelo, hay nostalgia, morriña, historia y memoria.

Nació campesina en Hernández Provincia de Entre Ríos hace 74 años. Vino a Santa Fe a trabajar, se casó, tuvo dos hijos, nos hicimos amigos y se murió. Poco hay por escribir sobre ella, en realidad no hace falta. Quienes necesitan de muchas palabras para justificar su vida, para explicar para qué vivieron, es porque poco dejaron. La costumbre hace que de los grandes muertos se llenen bibliotecas y lo malo para ellos es que para recordarlos hay que leer lo que se escribió de ellos. Los muertos ilustres son aquellos a quienes se extraña sin necesidad de acudir a la biblioteca.
La Abuela Hilda será una de esas.

Hace cinco años perdí dos madres y amigas. Cuando la Abuela Hilda hizo su primer ACV que la desconectó del mundo también murió la Abuela Ñata, mi madre. Se había hecho amigas las veteranas. Piel adentro me duelen las mujeres amadas que se van.

Hago memoria.
Sin la Abuela Hilda no hubiera habido hogar ni casa en su familia. Ella aguantó pared adentro lo que le dolía pared afuera, paredes que levantó ladrillo a ladrillo. Construyó.
Sin la Abuela Hilda algunos reencuentros no hubieran sido posibles en la familia. Ella supo aceptar la voluntad de los otros pese al dolor.
Sin la Abuela Hilda nuestro hijo menor, Mariano, no hubiese rezado conmigo todas las noches (o casi todas) pidiéndole a la Mamá Grande -la muchachita de Nazareth, Mamá de Jesús y Mamá nuestra- por las mamás de la familia: La Abuela Ñata que ya estaba con Ella en la Casa del Padre, la Abuela Hilda que estaba enferma, la abuela “Mami”, Cristina, mi esposa; la mamá menor, Cristina María Victoria, “la Gata”, nuestra hija mayor y mamá de Tiago.
Sin la Abuela Hilda a muchos de mis viajes a Mina Clavero le hubiera faltado “algo...”
Sin la Abuela Hilda no hubiese yo conservado la esperanza de algún día tenerla de nuevo en casa de visita y ante su muerte no tendría ahora la paz de saber que al fin estamos de nuevo juntos, aunque esperando el reencuentro.
¿Juntos? Claro...
Porque ya no hay barreras, porque no hay forma de separar a dos almas que se quieren, una libre (ella) y otra aún atrapada (la mía).
Porque hay comunión, una especie de pacto secreto que nadie más que los protagonistas conocen.

Así somos... Los que no necesitan palabras como ella y los que gastamos las palabras, como yo. Así somos...
A veces en silencio, inexpresivos, nos sentimos juntos. Muchas veces, rectifico. El amor es así. Omite lo evidente. El contacto se produce a la distancia y es mágico. Rectifico: Milagroso. Es una donación, un regalo, una Gracia que se guarda muy adentro. Recién ahora me atrevo a contarlo.

Me despido de ella escuchando su risa, fuerte, sólida, contagiosa.
Hubo quienes tuvieron el atrevimiento de acallarla pero fue por un momento, siempre resucitaba, siempre resonaba invadiéndolo todo. Pese a los que la fueron matando de a poquito con el olvido y el desprecio, ella despertaba la alegría.
Despertaba a la alegría.
Despertaba la alegría...

Cuando mueren las abuelas comenzamos a darnos cuenta de que nosotros también estamos en la lista y que ellas, que son el principio de lo que será la historia que construirán nuestros nietos, así como nos enseñaron a vivir aquí, nos preceden para esperarnos y enseñarnos a vivir allá, donde vamos. ¡Qué bueno...!
¡Tener una abuela que sabe reír esperándonos...!

Gracias Abuela Hilda por engendrar a Cristina.
Gracias por tu mirada de amor última, hace ya cinco años.
Prometo extrañarte, promete esperarme.
Hasta vernos, Abuela Hilda.

JC

A nuestros amigos les pido una oración en su memoria para que la generosidad del Padre y su gran Misericordia perdone sus pecados y la siente a la mesa de familia donde están su amiga la Abuela Ñata, el Abuelo Nacho (mi padre) y tantos otros que la conocieron y amaron, en la que Jesús sirve el pan recién horneado y el vino nuevo.
Y una más para que la lágrima furtiva de Cristina sea de consolación y esperanza. (Y también la mía). Gracias.

Juan Carlos Sánchez
08 Ago 09

Algunas fotos de las dos abuelas.
La Abuela Ñata y la Abuela Hilda en mi casa paterna.

lunes, 3 de agosto de 2009

¿Por qué negarme el placer de publicar este correo-e?


Nora Barletti me escribe siempre y esto que me llegó me acelera. ¡Gracias Norita!
Me entretengo escribiendo y lo sabes.
Solamente quiero observar algo de tus líneas: Cuando Jesús dice: “Tengo otras ovejas que no son de este rebaño” nos está diciendo “Denle crédito a Buda”.
El Señor habla siempre, desde siempre y lo hará siempre; escribe derecho sobre líneas torcidas, hay semillas de verdad en todas las religiones. Te conducen, son pautas de convivencia. Eso sí, Jesús dice de sí mismo que es Dios y pone como testigo al Padre que para dar testimonio lo resucita y hace de la “piedra” que es Pedro la comunidad de hermanos (Iglesia) más maravillosa de la historia del hombre, que perdura en el tiempo PESE A NOSOTROS.
Y no me horrorizan tus ideas, en serio.
Un beso:
JC

El correo-e de Nora:

Hola Juan Carlos,

quiero decirte que no me cabe la menor duda de que sos un muy buen periodista pero déjame decirte o mejor dicho ''repetirte'' que eres mejor escritor...
Empiezo a leer y no puedo parar!!!! ...me enrolla por completo el argumento,
me envuelve la trama y la vivo en carne propia, bellísima la descripción de la pérdida de tus padres y la sensación o vivencia de su presencia... a mí me pasaron cosas parecidas.

Te envidio la fe, yo creo en Dios, un Dios único y verdadero para todo el mundo, para todo el universo, no creo en la religión, en ninguna, aunque respeto a todas. Para mí son pautas de conducta y merecen tanto crédito Buda como Jesús... ya se, estás horrorizado, bueno, es lo que siento, al menos soy honesta.

Bueno, volviendo al punto, tenés que publicar un libro de cuentos cortos para empezar, no sé... buscá ganarte el premio Planeta o cualquier otro que te permita ganar un dinero para darle más tiempo a ese trabajo que para vos no es trabajo, es simplemente relatar tu vida o la de gente que has conocido, te fluye como agua de manantial...

Ojalá te decidas, vos todavía no te diste cuenta de que sos un muy buen escritor...
Un abrazo de oso marrón (pero bueno).

Nora


jueves, 30 de julio de 2009

Alguna vez fui sólo barro...

En la foto: Mi primer año de vida con papá y mamá.

Me moldearon estas dos personas de ensueño que son mis padres, papá Nacho y mamá Ñata que entre ayer 29 de Julio y mañana 31 cumplirían 101 años de vida. El casamiento de mis viejos con toda la familia.

Ellos están donde el tiempo ni siquiera es espera sino plenitud y Presencia.

Hace tiempo fui de barro
vivir me hizo de piedra
¡Ay Diosito de mis padres...
desgastame, seré arena...!
Y en la huella de tus pasos
caminaré hacia tu mesa.

No hay rumbo que no se encuentre
viviendo como Vos quieras...

En recuerdo agradecido y nostalgioso a mis "viejos" comparto con los amigos que visitan este blog estas fotografías.
Aprendí a cantar y tocar la guitarra con ellos en el patio de nuestra casa, entonaban viejas canciones de nuestra tierra: "El arriero va", "Yo vendo unos ojos negros", "Linyera soy", "Virgen de la Carrodilla" y tantas otras que llevé años luego a los escenarios de mi Patria.
Aprendí de ellos que la vida puede vivirse como una canción, a veces desentonada, otras veces mágica.


Y que no importa donde estamos sino hacia donde vamos.


Ocasiones soy de barro
pero otras veces de piedra
no se queje si le duele
cuando a pegarme se atreva...

Mi homenaje a D. Ignacio José Benjamín Sánchez González, mi padre, poeta y hombre escuchable al decir de César Actis, oriundo de Villa del Tránsito, luego Villa Cura Brochero; ahijado de Bautismo de Aurora Brochero de Aguirre (hermana del Cura), hijo de D. Juan Sánchez (primer capataz del Cura en las obras del Colegio de las Niñas y de la Casa de Ejercicios Espirituales entre utras tantas y de Da. Margarita González. Terciario Domínico.

Y a Da. Asunta María Dodorico Novello, mi madre, la "Ñata" (o la "Señorita Ñata"), santafesina nacida de los inmigrantes friulanos Antonio D'Odorico y Filomena Novello, ex alumna del colegio de las HH Adoratrices de Santa Fe y maestra y Vice de la Esc. Mariano Quiroga, Terciaria Domínica y gran rezadora del Santo Rosario hasta en sus horas finales.

Ocasiones soy de barro
y en ocasiones de piedra
y seguiré siendo así
hasta el momento en que muera.

Juan Carlos Sánchez Dodorico
Santa Fe, Julio 30 de 2009

lunes, 27 de julio de 2009

Saludar


Me he metido en tu "Blog de JC" – En ocasiones de piedra, y he leído lo referente a tus padres y te aseguro que se me ponía la piel encrespada, ya que creo y vaya si creo en esas cosas hermosas, producto del amor de nuestros seres queridos, que están en la casa del Padre.

Me escribe Edie Daniel Duré


Mi estimado y querido amigo y también comprovinciano:

Hace un día regresamos con Aída de las Termas, Fuimos a abrir un poco la boca y de paso a meter los "güesos" en el agua termal. Tengo una tendinitis que me tiene a mal traer.

Hace un par de hora que he regresado de hacerme una Resonancia Magnética en el hombro derecho.

En fin supongo que deben ser cosas de los años, ya que hasta los 72 recién cumplido, no había tenido nada que me embromara la salud y doy Gracias a Dios y a su Santísima Madre María del cual soy un ferviente devoto y sin pecar de soberbia, por las cosas que me han sucedido en la vida, diría que quizás un poco su protegido.

Me he metido en tu "Blog de JC" – En ocasiones de piedra, y he leído lo referente a tus padres y te aseguro que se me ponía la piel encrespada, ya que creo y vaya si creo en esas cosas hermosas, producto del amor de nuestros seres queridos, que están en la casa del Padre.

También leí, lo que escribe sobre esa niña de 15 años llamada María. Una hermosura de relato.

Tuvo valor, tuvo santidad, para hacer que su novio se banque una situación que a ella le podría haber acarreado la muerte, por parte de los moishes de la tribu.

La vida me ha permitido tener agradables experiencia y que son las que siempre han fortalecido la Fe y la templanza de mi espíritu. Y las cosas que suceden son por que siempre tienen su razón de ser.

Cuando tenía dos años, me operan de pleuresía, y me cortan dos pedazos de costillas, fue una operación muy difícil para la época y una convalecencia larga y con una santa madre que siempre estaba a mí lado, mi vieja jamás me dejó solo durante los dos meses y medio que duró mi recuperación.

De esa operación 9 niños de cada 10 morían y he visto a amiguitos míos operados y fallecer al poco tiempo. Cada vez que el doctor que me operó tenía un congreso yo era el florero obligado para demostrar su pericia médica.

La otra... tenía algo así como cinco años, carnaval, todos jugaban a la orilla del río, tirándose agua y como nadie me daba bola me meti al agua y ésta, me iba chupando y llevando al interior del río cuando aparece un muchachón de unos 14 o 15 años salido de la nada y me saca.

Nadie sabía quien era a pesar de que todos nos conocíamos. Una vieja amiga de mi Madre, curandera ella, que había visto como me iba "tragando el agua" y que de la nada aparecí en la costa, decía, que era el ángel de mi guarda. Cosas de Dios.

Ya grande casado, siempre dormí en el costado izquierdo de la cama matrimonial y cerca de la ventana.

Una noche a eso de las cuatro o cinco de la mañana me despierto y veo una señora inclinada mirándome, su tez era aceitunada, grandes ojos negros, su ropa era de una hechura burda y de hilado grueso, color marrón, parecía una prenda muy antigua, tendría unos 35 años, una hermosa mirada tierna, me miraba y se sonreía. Y no se porqué, siempre la identifique con la Madre de Nuestro Señor. Cosas, quizás, que solamente a mí se me ocurriría, Y si hoy se me hace la pregunta, digo con total seguridad, que era Ella.

En fin estimado amigo, hay algunas cosas más, pero sería hacerla larga, solamente quería decirte que al leer en tu Blog JC, me los bajó del disco duro y por obra de Dios, me lo puso en la pantalla de mi memoria.

Te mando un fuerte abrazo y el saludo cordial con un beso para nuestra querida amiga Cristina y resto de la Tropa.

Edie Daniel Duré
Córdoba - Argentina

sábado, 23 de mayo de 2009

Querido César


Le escribo desde acá a César Actis Brú en lugar de hacerlo en privado porque quien se guarda un elogio se apropia de un bien ajeno, es un ladrón.
Carta a un amigo y a los amigos que andan sueltos por allí.


Escribe Juan Carlos Sánchez

Por tu e-mail (que copio al final) entiendo que si andás con rayos seguro que no tenés un simple resfrío y rueda de bici tampoco sos, así que habrá que intensificar la oración todos, todos, para que finalmente Tata Dios haga lo que quiera que para eso es Dios. Lo único bueno es que Su Voluntad siempre, siempre, será para vos y todos nosotros mucho más buena que la nuestra.

Son raras estas cosas de la fe. Bergoglio despedía a Novak diciéndole ante el cajón “Te envidio hermano, llegaste donde yo voy…” cuántas lecturas se pueden hacer de esa frase.
La primera, que le habla a un vivo ante su cadáver. También que reconoce la continuidad de una relación personal, comunión…
Y que el Cardenal, sin negar que lo extrañará un tiempo hasta verse de nuevo, guarda la esperanza de la salvación propia y de la de Novak.
Pero por sobre todo la trascendencia explicada con sencillas palabras a un amigo.

Cuando se murió Vicente (Grases Millet, Pbro) a quien cuidamos hasta el final, lo despedí con un simple “hasta vernos, compadre”. Lo cuento por allí en un relato. Todavía pese a los años que pasaron lo extraño los domingos en la mesa de familia, como a mis queridos para siempre y que vos conociste pero… Pasan los años y cada vez estoy más contento y es porque falta menos tiempo para reencontrarnos ¡si Dios ejercita su Misericordia a fondo conmigo! y no me duelen los que se queden por dos razones, una porque ellos se librarán de mi que ya es mucho y dos, porque los estaré esperando en la eternidad y como allí no hay tiempo tampoco habrá morriña. Además allá no hay elecciones y los K no gobernarán.

En un e-mail que te envié cuando avisaste que iniciabas el tratamiento de rayos y con ese humor de estiércol que tengo te dije “¡Viva el cáncer!”
Pero te lo expliqué y vale que lo repita.
Parece que el bichito está asociado a la santidad, fijate en el P. Alberto Hurtado,sj el santazo chileno. Pasaba delante del crucifijo arrastrando sus males que eran muchos, persecuciones, desánimos, presiones de todo tipo y finalmente cáncer de pulmón y le decía a Jesús “Contento Señor, contento…”
Cuando le diagnosticaron el mal que lo mataría se mostró alegre. Se acercaba rapidito el momento de su encuentro con el Señor. Llegaba hacia donde caminaba.

El Padre Vicente oraba insistentemente pidiendo que su muerte no sea súbita sino que el Señor le de tiempo para prepararse. Y vaya si se lo dio, algunos pocos meses pero suficientes. Cáncer en el pácreas.
Vos fuiste el instrumento para que él con su hermano también cura y yo compartiéramos la Eucaristía diaria en su cuarto de enfermo en el Hogar San Vicente de Paúl, orquestaste todo para que celebrara. Ya al final del camino me decía “le pido al Señor que o me cure de una buena vez o me lleve con Él, pero que se decida”. Cosas de catalán, ¿no? Que haga su voluntad pero que la haga… ¿Me explico?

Un cura de Traslasierra, Manuel Ignacio Pereira, reemplazó a mi tío el P. Jesús Sánchez cuando este murió en la puerta de la casa parroquial de San Juan Bautista en Nono. Luego fue trasladado a la Pquia. de Mina Clavero y allí murió hace un par de años más o menos. Cáncer. Un tipo excepcional, predicaba a los lugareños y a los turistas siempre a templo lleno, recitaba el Evangelio Criollo del P. Anzi, sj de memoria y lo suyo era fresco como la brisa que Elías sitió al paso del Señor.
Con los frascos colgados y caños por todos lados daba catequesis a los adultos en su casa particular. Allí estuvimos con el P. Ricardo Mazza. Su preocupación no era la enfermedad sino servir hasta el último momento, cumplir, porque… “…después Él cumple…” decía.

Edgar Gabriel Stoffel es otro ejemplo de búsqueda eficiente de la santidad.
Una Gracia para la Iglesia santafesina dijo Samy Jofre, cura. Lo conté en mi recuerdo final del gordo.
Se ocupó hasta el último momento de todo, su parroquia, sus libros (para que fueran a las manos adecuadas), sus escritos y su Mamá. Antes de descomponerse para no recuperarse estuvo trabajando en su último libro sobre la Virgen de Guadalupe, su gran amor.
Siempre fue generoso hasta el extremo, sencillo, pobre de espíritu y de bolsillo pese a los amigos poderosos que tuvo, políticos, empresarios, gremialistas. Y fue fiel siempre. A sus pobres, a sus hermanos en el sacerdocio, a sus obispos.
Le dolió mucho el episodio del Padre Guntern que fue lo que resolvió su vida pues y según dicen algunos médicos, por el stress que baja las defensas del organismo le abrís la puerta a muchas enfermedades, al cáncer entre ellas.
No “apretó” a Guntern y sin embargo nunca quiso que se publicara material que podía librarlo del procesamiento que le dieron por la cabeza solamente por no dañarlo al “viejo”. Cuando vivía porque vivía y cuando muerto porque muerto. Que era inocente lo dice hasta en su testamento y en esos documentos finales nadie con Fe se atreve a mentir. Guntern mismo lo dijo y se lo demostró de mil maneras. Pero eso es otra historia.

Una persona amada por mi que vos no conociste, Da. María Elma Martínez de Sánchez, cordobesa de traslasierra, nacida en Panaholma y fallecida en Mina Clavero, viuda de Justo pastor Sánchez, hermano de papá, se moría de cáncer y cuando le dije de llevarla a Córdoba casi me pega con la escoba de pichana.
“Gloria quiero, no salud…” ¡Qué vieja…!
Contaba que tenía “al lomo” cinco ejercicios espirituales del Cura Brochero y de esos en serio, con azotes y todo. Me recordaba siempre lo de Pablo: “La ciencia hincha, sólo el amor dignifica…” Apenas si sabía firmar.

O sea mi amigo, que no estamos hablando de muerte sino de vida. Caigo, al final de la cuenta, que a ojos de cualquiera estoy siendo necrófilo. Pero ante quienes tienen Fe no.
Aclaremos para los que no creen lo suficiente y que por eso desesperan: No te estoy anunciando la muerte porque sería una pavada, que te vas a morir, eso seguro; vos, yo y todos. Lo sabemos. Lo que estoy diciendo es que las pruebas son una muestra de amor de Dios, que Él templa a quienes ama, que los siembra para que los demás crean, por eso hay que aprovechar la volada y dar testimonio y vos lo estas dando cuando anuncias tu regreso al claustro universitario donde “con dificultades intentaré agradecerle al Señor retomando el servicio”. Me edificas, amigo; edificas a nuestra Iglesia. Que lo escuchen los sordos que los santos no somos mudos.
(Uso la palabra “santos” recordando nuevamente a Pablo y a sus cartas a las iglesias, a los “santos” de las iglesias.)

Por eso te deseo que aceptes la voluntad del Padre y se que estás firme para hacerlo. Te necesitamos acá y allá.

Que la salud que es el Amor del Padre te glorifique en tu testimonio y que vivas todo lo necesario para darlo.

Gracias por tus bendiciones, que Tatita te siga bendiciendo.

Un apretado abrazo:

JC

PD:
Casi lo omito por olvido. Cuando murió Evita pintaron en las paredes ¡Viva el cáncer! ¿Viste que tenían razón los gorilas? Porque aunque le cargues a lomo a Evita todos los pecados posibles, que amaba nadie lo puede negar.


El e-mail de César

Queridos míos

Cumplo en hacerles saber que dentro de su gravedad mi salud parece haberse estabilizado con las oraciones de todos (incluidas especialmente las de Uds.), el trabajo de los médicos, los cuidados de Sussy que es mi ángel de la guarda, el amor de mis hijos y nietos y la desinteresada colaboración profesional como enfermero de Manuel Alejandro Peralta.

El 13 de Mayo (providencialmente) comencé con las 25 aplicaciones de rayos diariamente (menos sábados y domingos). Si el Señor permite, la semana próxima retomaré mis clases en la UCSF. De esa manera dejaré de estar pendiente de mi situación y con dificultades intentaré agradecerle al Señor retomando el "servicio".

César

PD:
Alegremente ofrezco mis dolores por mis metidas de pata y por las
necesidades de los otros.¡Gracias, por la caridad de las respuestas que he recibido!
Que el Señor los bendiga mucho a todos y cada uno de Uds.

César


Nota:
César es Diácono Permanente o sea, un consagrado, no llega a cura por Susy, su esposa. Es escritor, poeta, ensayista, profesor universitario y mi amigo desde la infancia, del Convento Santo Domingo de Santa Fe, desde donde él salió hacia la santidad y Susy y yo a divertirme con las mujeres.
En un cuento que publico en este blog doy las coordenadas hacia donde salimos cada uno de nosotros.
Y como ocurre y por Gracia, siempre nos reencontramos.
Prologó mi “opera prima”, “El Abbá, la Morada y el Acacio” editado en 1999

E-mail del autor zschez@yahoo.com.ar
23 Mayo 09

domingo, 12 de abril de 2009

¡Oh Padre, devuélveme a mi hijo…!


La oración de María en la noche del Sábado es la aceptación de la madre a la voluntad del Padre. Ella cree y espera a su hijo resucitado.
Escrito en las vísperas del 7 de Abril del 30


Por Juan Carlos Sánchez

Todo indica que Jesús murió el 7 de Abril del año 30 aunque algunos estudiosos dudan si fue el 6 o en el año 33. No tiene importancia, Él es el Señor del tiempo y de la historia, hay un antes y un después desde Él, Él es la bisagra de la humanidad, el calendario de la vida comienza con Él y cuando hay vida hay esperanza y las fechas pueden ignorarse.

Esto que escribo hoy en la Semana Santa de 2009 es sencillamente testimonial, no tiene valor teológico ni filosófico ni de ninguna ciencia, es solamente un espíritu que espera volcado sobre el teclado; lo que un sesentón teórico dramáticamente bendecido siente desde que la resurrección se le hizo manifiesta. Y todo por el amanecer de aquél día en que María, la humilde muchachita de Nazareth, oró al Padre reclamando la presencia de su hijo vivo y resucitado, el mismo cuyo cuerpo muerto acunó en sus brazos cuando fue bajado de la Cruz.

Esa breve oración que María Valtorta pone en boca de la Madre al relatar una de una de sus visiones, la del 21 de febrero de 1944 precisamente [1], tiene demasiados significados y algunos quiero compartirlos ahora, son necesarios para interpretar lo que luego será el testimonio.
La Virgen Madre cree en su Hijo, lo espera, sabe que la visitará para calmar su agobio. Ella recuerda su promesa: Edificará el templo (de su cuerpo) en tres días y como es el alba del Dies Domini ansiosamente no quiere esperar, ¡Ya es hora Jesús, ven…! Pese a todo, a su fe, ora. Se une a la oración de Jesús en el Huerto de los Olivos la noche de su prendimiento: “¡Que se haga tu voluntad, Padre, y no la mía..!” Y esa voluntad es morir para que todo resucite con Él. Fue necesario, la semilla debe morir para que se goce de los frutos.
Y esa Madre que quizá esperó ejércitos humanos o celestiales que rescatasen a su Hijo del martirio acostumbrada como estaba a milagros y fenómenos, tuvo que soportar que “una espada traspasara su corazón” y sostener en su regazo la cabeza yerta para creer. Es que hay que morir para dar fruto, como la semilla…
Y ora, porque no es ajena ni al misterio ni al poder de Dios ni a la voluntad del Padre. Participa de la Resurrección activamente, ora… La voluntad de Dios no se acepta pasivamente, hay que actuar, romperse, sentirse impotente, desgarrarse, aceptar, saber que humanamente todo está acabado y que sin embargo hay una esperanza que se hace milagro en esa oración, milagro en lo secreto.
Ella, con la plenitud de los derechos que le da aquél “fiat”, el “si” con el que todo empieza treinta o cuarenta años atrás ante el anuncio del ángel de su maternidad, pese a ellos, ora.
Podría haber reclamado airadamente al Padre que ya que fue capaz de dar vida desde lo humanamente imposible antes vuelva a hacerlo ahora y sin embargo humildemente, angustiadamente, ora. Podría haberle reprochado la forma de morir de su hijo, podría haber reclamado en nombre de aquél “sí” sin el cual esto no estaría ocurriendo, pero ora.
Acepta la voluntad del Padre y nos enseña –es otra enseñanza- que hay que orar para vencer la muerte.

Es también la oración de Jesús en el huerto. Acepta la voluntad de Padre para vivir y dar vida. Porque aunque Él sabía de su resurrección también temía su muerte cercana, y ora.
La voluntad de su Padre era un canje: La inmolación del Cordero para la resurrección del rebaño tras su Pastor. La glorificación cuesta y vale.

En Jesús y en María la santidad es pletóricamente humana y se expresa en la oración. Desde la dificultad de su humanidad se hace virtud dejando actuar la Gracia, permitiendo que los invada y sometiéndole su razón.
La oración de María es prisa por ver el cumplimiento de la promesa, hay mucho de temor en ella, es humano que así sea. No duda pero se angustia y entonces, duda. Es la paradoja que envuelve el absurdo de la Cruz.
Es humana, muy humana. Jesús también se angustia aunque sabe lo que pasará. Es humano, perfectamente humano.
Al dejarse invadir por lo divino complacen el sueño de Dios y lo divino sucede. Siempre fue así, siempre es así. Sucede con cada uno de nosotros cuando lo permitimos.
Jesús, pudiendo evitar la Pasión acata la voluntad del Padre. Jesús es divino.
La divinidad no consiste en hacer lo que se quiere sino lo debido, lo exacto, al estilo de lo que oramos en el Padrenuestro: “…hágase Tu Voluntad…”


No recuerdo bien cuanta importancia le daba a la muerte, algo muy lejano para mi por aquellos tiempos de hace casi dos décadas, ni si hacía juicio de la resurrección y menos aún de la oración. Creía, sí, fui educado para creer y la Gracia obró en mi, pero no era lo fundamental. Lo que importaba por entonces era la política, los negocios, las mujeres, los buenos vinos y los quesos estacionados y sabrosos y el churrasco jugoso.
Me tuteaba con el Presidente de la Nación y con el Gobernador de la Provincia (Menem y Reutemann) y de allí para abajo con quien quería, nadie protestaba. Cambiaba de auto y de compañía según el gusto del día y me buscaban los periodistas. La vida era una fiesta y de pronto murió mi padre. Siempre lo admiré a más de amarlo.
Fue una agonía corta y elegante si se quiere y yo oré para que muriera luego del cumpleaños de mamá que es el 29 de Julio y del suyo propio es el 31 de y así fue, murió un 2 de Agosto a los 82 años.
También oré por su sanación sin éxito y sin furia por el resultado. César Actis Bru me iluminó: “Él hace lo que quiere y no siempre lo que le pides, para eso es Dios…”
Me avisaron que a las 5:30 de la madrugada hizo un paro, avisé a mamá, busqué sus pertenencias de la terapia intensiva del Hospital Italiano, preparé el velorio, llevé a la funeraria sus mejores ropas y cuando todo estaba en orden me fui a casa a llorar..
Desde mi cama y por un amplio ventanal casi puerta ventana se veía el patio con algunos frutales y muchas plantas. De traje y corbata me tiré sobre el cubrecama sin pudor por mis lágrimas, todo dolía. De pronto…
Escuché una voz amada y conocida que me decía “¿Pero por qué lloras hijo? ¡Si yo estoy bien…!” repitiéndomelo un par de veces más. Alcé la mirada hacia el patio y allí, entre los naranjos, algo por encima del suelo y con una juventud que había perdido hacía décadas, estaba papá mirándome sonriente, acariciador. No se que sentí pero una gran consolación me cubrió. Lo demás, la Misa de cuerpo presente, el entierro y el regreso a la casa paterna con mamá es otra historia.
¿Resurrección…?
Con el tiempo descubrí lo singular del mensaje de mi padre. No solamente me consolaba, me anunciaba el misterio, proclamaba para mi la Fe que me deseaba.
¡Oh Padre, devuélveme a mi padre…!
Fue el primer aviso. Sigo contando.


Todos en familia creímos que mamá no duraría sola.
Mi casa siempre fue ordenada, limpia y acogedora. No el paraíso en la tierra porque la habitamos humanos pero sí con algo de anticipo de él que aún me causa morriña cuando lo recuerdo.
La mesa con mantel impecable, servilletas para cada uno con su aro servilletero de color que la identificaba, las sábanas limpias siempre, los pisos relucientes, la ropa planchada, las sartenes brillando y el patio con flores. Mi casa paterna / materna fue un útero seguro donde me enseñaron que lo externo es imagen de lo interior y que a su vez lo moldea, que el desorden y la suciedad tienen que ver con la fragilidad de espíritu. En casa las ollas y la vajilla pasaban de generación en generación, todo duraba, todo era bello.
Mamá se esmeraba en atender a papá especialmente luego de su primera enfermedad, un ACV seis años antes de morir. Siempre fueron exquisitamente unidos. En la oración diaria del Rosario, en la Misa, en los viajes de vacaciones, en investigarme la andanzas juveniles o mis estudios. Vivían el uno para el otro y hasta parecía que por el otro. Sin embargo mamá moriría a los 96 años, 14 luego de papá y tiene su explicación: Aún era necesaria, no había acabado su misión, el sueño de Dios para con la “Señorita Ñata” como se la conocía en la escuela. Claro que eso es otra historia.

Mamá murió rápidamente con apenas un par de días de internación a las 5 y media de la tarde de un 1º de Mayo. Acomodé su velorio que no fue público y al día siguiente, cumpleaños de nuestro quinto hijo Mariano Vicente Bautista, la depositamos en el crematorio en espera. El día fijado fui con una sopera de plata con bandeja en su base a retirar sus cenizas –ella valoró mucho ese regalo que le hice años antes- y la traje de vuelta a casa. Nunca imaginé hasta que punto mamá retornaba al hogar. Un regalo que llegó en un regalo.

Me preparé para pasar el peor cumpleaños de mi vida en Julio. Extrañaba anticipadamente el beso y el regalo de mamá y llegó el día y algo me distrajo.
Mi casa está abarrotada de libros, de muebles antiguos, de cuadros y el piso de las oficinas, recepción y dormitorios es de pinotea y sentí un fuerte olor a quemado. ¿Se ponen en mi lugar?
Salí disparado por todos lados buscando el incendio, recorrí la casa entera y miré dos o tres veces la recepción donde está el hogar a leña por si a alguien se le había ocurrido prender fuego. Busqué nariz en alto en los cuartos de los niños por si habían sido ellos y finalmente me detuve… ¡Si! ¡Acertaron…! ¡Frente a la sopera…!De ella emanaba un fuerte olor a hogar a leña, olor a hogar… ¿Me explico?
El fenómeno se repitió en Navidad y un año después cuando uno de mis diarios digitales superó la marca de las 7.000 lecturas en un día. ¿Tienes Internet en la nube, mamá?
¡Oh Padre…! ¡Devuélveme a mi madre…!

Pero faltaba algo más…
Tía Victoria, la hermana mayor de mamá y mamá misma usaron por años y hasta que dejó de conseguirse un perfume no demasiado común llamado Mary Stuart. Tía Victoria fue mi segunda mamá, la más cercana de las tías, la que me hizo gustar de la ópera, del canto de Fray José Mojica, franciscano, en el Teatro Municipal de Santa Fe, de la orquesta sinfónica, de la pascualina de acelga con queso y especias a gusto y de los ravioles caseros.
Vuelvo al perfume. Cuando desapareció del mercado ese aroma pasee a mamá por fragancias y marcas diversas hasta encontrar uno que fue de su agrado, labor que me ocupó por algunos años. Ni parecido al mencionado quiero dejar bien aclarado.
Del episodio del famoso incendio que no fue pasó algún tiempo hasta que tomé valor para revisar las pertenencias de mamá que quedaron tal cual ella las dejó cuando la llevé al sanatorio donde falleció. Abrí la puerta del que fue su ropero personal y el olor a Mary Stuart, fuerte, dominador, me aleló. Revisé de arriba abajo el mueble, los cajones, saqué todo afuera buscando el frasco olvidado que supuse mamá había conservado y que seguramente quedó abierto. No lo pude hallar.
El perfume persistía pese a las puertas abiertas del ropero y al desorden que estaba produciendo con mi búsqueda. Finalmente me encogí de hombros, ordené como pude, cerré cajones y puertas y dejé el asunto para el día siguiente. Cuando quise constatar el perfume pasado el mediodía ya no se percibía. ¿Anduvieron las hermanas de visita?
Pero mamá nunca se anduvo con chiquitas.

Destinamos el dormitorio de mamá a tres años de su fallecimiento para nuestra tercera hija, Angélica. Ella quiso cambiar de ropero eligiendo uno antiguo con tres espejos grandes, uno en cada puerta. Así que el que usaba mamá fue vaciado, trasladado a otra habitación y acomodadas allí sus pertenencias (las que aún quedaban) con otras variadas. (¿Toman debida nota de que se aireó la ropa y el mueble?). Bien… Cuando se abría alguna puerta de ese famoso ropero el olor al perfume nuevo que usaba mamá invadía el cuarto. No había frasco alguno en él ni su ropa guardaba la fragancia. Nos acostumbramos o nos resignamos si se quiere, a compartir la casa con… (?) Fue costumbre hasta el día en que se celebra la Asunción de María a los cielos.
Y aquí vale acotar que mamá se llama Asunta María.

Ese día –y lo supe algo después cuando se animaron a contármelo- Angélica y mi esposa olieron el habitual perfume inexistente de mamá pero acompañado de un fuerte olor a rosas que se alternaba con el otro. ¿Andaban las María de visita?


Es inolvidable para mi la devoción por el rezo del Santo Rosario que mis padres tuvieron siempre. Lo oraban todos los días infaltablemente. Mamá, ya viuda y viviendo en mi actual casa, lo rezaba por las tardes escuchando Radio María o guiado por unas grabaciones de SS Juan Pablo II. Digamos… Ese matrimonio gozaba de cierta intimidad orante con la Mamá de Jesús y nuestra. Y retorno a la oración.

La oración de Jesús en el huerto sometiéndose a la voluntad del Padre y la de María al alba del día de la Resurrección son oraciones de reencuentro, de eternidad, de permanencia. Son oraciones de amor y el amor es lo único que permanece. Cuando terminemos nuestra búsqueda, nuestro peregrinar terreno, recién entonces gozaremos del amor en su perfecta medida; seremos puro amor, como dioses. Habremos resucitado.


La resurrección ya no me es extraña y la muerte no me asusta, es una amiga esperada que siempre cumple con su visita. Llega siempre a horario, ni antes ni después. Nunca es inoportuna.

Alégrense, es Pascua.
“¿Dónde está, muerte, tu victoria?
¿Dónde está, muerte, tu aguijón?"

Les deseo que vivan con alegría y mueran ansiosos del asombro, porque no hay ojo que haya visto lo que el Padre tiene preparado para los que le aman y se aman.


[1] Les sugiero leer http://www.reinadelcielo.org/estructura.asp?intSec=2&intId=22&intIdP=117

E-mail del autor: zschez@yahoo.com.ar
12 Abr 09
Pascua de Resurrección
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