viernes, 6 de febrero de 2009

Palabras desde el umbral


Derecha o izquierda

Mi amigo,
“el señor que mata los leones” (Hugo Mataloni),
me dijo que estos cuentos fueron escritos “…desde la sacristía... mirando hacia el prostíbulo.
Que Dios planeaba en todos ellos, pero... ...que...
...¡Vos escribís como hablás…! ¡Ese lenguaje...!
Podrías ser algo más educado para escribir...
Cada dos renglones hay una puteada, una... o una ...
o la... que te ...
o andate a la casita del molusco bivalvo de tu abuela...”.

Lo miré sonriendo.
“Podrías ser un poco más educado, vos, en tu crítica, Hugo, por favor” —le supliqué, (fraseándolo, como lo indican las comas).

Hugo Mataloni quedó pasmado.
Había entrado en el juego de las palabras sin darse cuenta.

Hugo tiene razón.
Están escritos desde la sacristía, pero mirando a la gente
que está afuera,
esperando que salgamos y las invitemos a entrar.

María Teresa Salera, mi comadre, aportó lo suyo.
“Vos despegás al hombre del barro” me dijo.
“Peronista tenías que ser…”
Vale Teresa, igual te quiero.

Les debo una explicación a Hugo y a Teresa y arranco con ella.
Nací con honores y fórceps en ya inexistente la maternidad Pujato y quizá los fierros apretándome la cabeza aportaron lo suyo a mi futuro racional. Hubiera sido mejor, dijo Pablo Fernando Spangenberg, mi psiquiatra, venir de nalga. No se bien por qué lo dijo o prefiero no entenderlo. Dejémoslo allí.

Hasta los cinco años viví en Avda. Freyre al 1400 de Santa Fe y por el ’55 nos mudamos a la casa que construyeron mis padres gracias al plan “Eva Perón” del Banco Hipotecario Nacional en 3 de Febrero al 3000, frente a la legislatura provincial a dos cuadras del Convento de Santo Domingo, a cinco de los franciscanos y a igual distancia de la Catedral y de los jesuitas cruzando la Plaza de Mayo. Eso, saliendo desde la puerta de casa hacia la derecha que es el Este.
Pero saliendo hacia el Oeste, hacia la izquierda, estaban y están los prostíbulos. ¿Para dónde creen que fui?
Acertaron.
¡Mal pensados...!
¡Terminé siendo monaguillo de los dominicos y fanático de las mujeres!

Por eso acepto que estos cuentos fueron escritos en la sacristía pero mirando hacia el prostíbulo. Desde la sacristía se sale hacia el altar para celebrar los sagrados misterios y a encontrarse con Dios y con la gente. En los prostíbulos la gente se encuentra. Dios está en todos lados.
Hasta en el pecado. Se hizo pecado.
Los cuentos que les cuento son pantallazos de la realidad, espacios que me permitieron conocer a la persona más allá de las definiciones y más acá de la mezquindad de los preconceptos, sin marcos que los limiten pero con códigos que las obligan. Y tales códigos no siempre son aceptados por los comunes, por la gente como uno que viene desde la cultura construyendo una realidad simplemente porque ellas, las personas que no son como uno, a contramano, vienen desde la realidad construyendo la cultura.

El hombre es así, quizá exactamente como no nos gusta desde las definiciones, pero así.

[Barro primordial en manos de un alfarero respetuoso de cada uno. (¿Te parece bien, Teresa?)]

Para no ser así fue creado y para mejorar, para madurar, crecer, para perfeccionarse. Es que la creación es un canto de esperanza.

No todos los personajes de estos cuentos son ficciones. Muchos de ellos existieron o existen aún o son modelos, muestrarios, arquetipos, paradigmas de una sociedad que no está dispuesta a contemplarlos como seres vivos y en marcha hacia su dignificación y concreción, ni madura para reconocerlos.

Vívanlos tal como ellos viven.
Se lo merecen.
Ellos se aceptaron.
Respetémolos.

J.C.

Prólogo del libro "Bajo la Piel"

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